Magdalena Martínez ha vivido siempre en una ribera del río Indio. Pero su casa quedará sumergida por un nuevo embalse del canal de Panamá y, al igual que sus vecinos, piensa resistir hasta el final.
La mujer de 49 años comparte con su marido y cinco de sus trece hijos una sencilla vivienda de madera y techo de cinc en Boca de Uracillo, un caserío rodeado de verdes montañas.
Toda su familia nació en esta aldea de viviendas con letrinas y unos 200 habitantes dedicados al cultivo de yuca, maíz, arroz y banano, y a la cría de animales.
La casa de Martínez tiene dos cuartos y una cocina con una mesa, escasos utensilios de plástico y un par de ollas. No hay televisor, aunque pueden ver Youtube en sus celulares cuando la señal lo permite.
Pero todo puede cambiar con las obras previstas para asegurar la operación del canal de Panamá, la vía que conecta el Caribe con el Pacífico y parte en dos el istmo centroamericano.
“Me siento mal con esa amenaza que tenemos”, dice Martínez a la AFP, mientras se prepara una taza de café y cae un aguacero en la aldea.
En el poblado se oponen a que sus hogares queden bajo el agua.
“Aquí hay que pelear hasta la última consecuencia”, asegura Yturbide Sánchez, de 44 años.

“Cubrir una necesidad”
La Autoridad del Canal de Panamá (ACP), el ente público autónomo que opera la vía, decidió construir el embalse para prevenir los efectos de sequías severas como la de 2023, que obligó a reducir drásticamente el tránsito de buques.
Inaugurada hace más de un siglo, la vía interoceánica opera con agua dulce, que obtiene de las lluvias, otrora abundantes en Panamá. La misma cuenca también abastece de agua potable a la mitad de la población panameña.
El embalse ocupará 4.600 hectáreas. Desde allí el agua será llevada por un túnel de nueve kilómetros hasta el lago Gatún, que forma parte de la cuenca del canal.
“Este proyecto en río Indio realmente viene a cubrir una necesidad que se ha identificado desde hace mucho tiempo, es el agua del futuro”, explica a la AFP Karina Vergara, gerente del Equipo Social y Ambiental de Proyectos Hídricos de la ACP.
Los trabajos deben comenzar en 2027 y culminar en 2032, con una inversión de unos $1.600 millones. De ellos, 400 millones son para indemnizar y relocalizar a unas 2.500 personas de varios poblados.
“Tenemos un compromiso firme de dialogar y poder llegar a acuerdos” con los afectados, afirma Vergara.
El presidente panameño, José Raúl Mulino, ha expresado su apoyo a la obra.
La ACP quiere dialogar y alcanzar acuerdos con las comunidades, pero si no se construye el embalse, “lo lamentaremos dentro de 15 años”, indica Vergara.
El canal, de 80 kilómetros de longitud, mueve el 6% del comercio marítimo mundial y es el motor de la economía panameña.
Jorge Quijano, un exjefe de la autoridad canalera, explicó a la AFP que sin el embalse, en caso de un año seco el canal “no podrá” satisfacer la demanda de agua de la población, ni de los buques.
- “¿Adónde vamos a ir?” -
Pero los campesinos están reacios a abandonar sus tierras.
“Nos sentimos mal porque no sabemos adónde vamos a ir y tampoco nos ofrecen nada que nos entusiasme. No se va a poder vivir igual que aquí”, afirma Martínez.
El viernes, unos 400 campesinos se manifestaron en el río Indio, a bordo de botes y alzando banderas panameñas, en rechazo al embalse.
También hay organizaciones sociales contrarias al proyecto. Calculan unos 12.000 damnificados, pues dicen que afectaría a toda la cuenca del río Indio, de 58.000 hectáreas.
Algunos de esos grupos, entre los que hay sindicatos y comités contra el embalse, proponen usar el agua del lago Bayano. Pero la ACP lo descarta porque está a más de 100 kilómetros de distancia, lo que implicaría obras más costosas que impactarían en barrios periféricos de la capital.
En la aldea de Limón, a la que se llega tras navegar 15 minutos en canoa a motor desde Boca de Uracillo, los moradores también rechazan abandonar sus casas.
“No nos vamos a ir, nos tendrán que sacar a la fuerza”, declara a la AFP Maricel Sánchez, universitaria de 25 años.
“Ninguno de nosotros tiene un salario para jubilarse, pero la tierra sí nos garantiza toda una vida, lo tenemos todo en la tierra”, indica por su parte el campesino Olegario Cedeño.
Y en la casa donde vive con su esposa y sus tres hijos, rodeado de pollos, gallinas y loros, advierte: “Daremos la vida en esta lucha”.