Las deudas son lo que se podría denominar como un mal necesario que pueden ser útiles para cumplir objetivos personales, pero que, si se salen de control, es posible que se lleguen a convertir en un dolor de cabeza.
Los datos muestran que los costarricenses son consumidores recurrentes de créditos. A octubre de 2024, en Costa Rica existían 1,2 millones de personas físicas y jurídicas con una o varias deudas en el Sistema Financiero Nacional (SFN), con un saldo de ¢26 billones, lo que equivalía en ese momento a un 61% del Producto Interno Bruto (PIB).
En ese contexto, muchas personas buscan una salida, con frecuencia tardía, a altos niveles de endeudamiento y una de las soluciones viables es la unificación o refundición de deudas. Sin embargo, esta es una opción que no aplica en todos los casos y conlleva una serie de pasos e implicaciones a largo plazo.
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Con el criterio de tres analistas financieros, revisamos algunas condiciones que deben tomarse en cuenta para considerar la unificación de deudas como una salida en un momento de crisis.
Unificar sí, pero no para todos
El endeudamiento es uno de los motivos comunes que llevan a los consumidores costarricenses a consultas con analistas financieros. Tal es el caso de Belisa Tenorio, quien contó que es un tema cotidiano y que el 85% de las personas suele repetir el problema porque no cambia los patrones de fondo.
Estos patrones de los que habla Tenorio son, básicamente, un problema de gasto, que es lo que inicia el ciclo del endeudamiento. Muchos de estos desembolsos son, en su mayoría, no esenciales que suelen hacerse por causas tan diversas como apariencia o presión social.
Tenorio indicó que lo más común son las deudas con tarjetas de crédito. Cuando esto llega a un límite que dificulta suplir las necesidades básicas, la persona debería buscar una solución, entre esas está la unificación de deudas.

Esta táctica hace que todas las deudas de una persona se consoliden en una sola, con lo que pagará una única tasa de interés menor a la que tenía y con solo una entidad financiera. Si bien, es una salida beneficiosa para los deudores, no en todos los casos es recomendable.
La unificación es ideal cuando existen operaciones crediticias con diferentes entidades o varios saldos de tarjetas de crédito. También aplica para las personas que se sienten desbordadas y hay varias señales que pueden servir de referencia: cuando no se puede hacer frente ni siquiera a los pagos mínimos de las tarjetas o cuando el nivel de endeudamiento llega a porcentajes críticos.
Una fórmula para obtener ese nivel de endeudamiento es analizar la relación entre los ingresos disponibles y la suma de las cuotas de las deudas, explicó el analista Josué Rodríguez. Cuando esta proporción es del 35% o menos es una situación sana, entre 35% y 60% se considera vulnerable, entre el 60% y 80% es grave, y más del 80% se cataloga como crítico.
“Entre más complicada es la situación, más recomendable es refundir”, comentó Rodríguez.
Otro indicador que sirve de referencia es tomar el promedio ponderado de las tasas de interés de todas las deudas. Cuando este es alto, sin importar si el nivel de endeudamiento es crítico o saludable, la unificación es recomendable.
No obstante, esta decisión tiene algunas implicaciones. Lo primero es que entre más alto el nivel de endeudamiento, más difícil será encontrar una entidad dispuesta a refundir las deudas debido al alto riesgo que representa el deudor.
Por eso, los analistas recomiendan visitar al menos tres entidades financieras distintas, empezando con bancos y cooperativas, y luego pasando a las financieras. Estas últimas suelen tener más tolerancia a clientes más riesgosos, pero, a cambio, la tasa de interés será más alta.
La otra implicación es que refundir deudas no es exactamente la opción más barata, por el hecho de que, aunque representa un alivio inmediato para el deudor porque la cuota es menor, el plazo de la deuda se extiende, lo que significa que a largo plazo se pagará más.

¿Cómo hacerlo?
Rodríguez recomendó, como primer paso, elaborar un plan de deudas. Esto es reunir en un solo documento los siguientes datos de cada deuda: el emisor, el saldo, la cuota, la tasa de interés y la fecha de inicio de la deuda. Con esta información se hace un análisis con el fin de identificar las deudas con las tasas más altas, las más recientes y las de saldos menores.
Las mejores deudas para unificar son las más nuevas y las que tengan las tasas más altas.
Una vez hecho eso, lo siguiente es presentar el caso ante las entidades financieras. Cada una de ellas tiene sus propios requisitos, pero en esencia, la intención es demostrar que la persona está en crisis y necesita unificar.
“Algunas personas pueden pasarse toda la vida unificando deudas”.
— Belisa Tenorio, analista financiera.
Las entidades realizan entonces un análisis de crédito, tras el cual dan respuesta al cliente. Este lapso es muy variable, pueden ser solo unos días, aunque lo más común es que se extienda por algunas semanas. La decisión se alarga conforme el riesgo del deudor sea mayor para la entidad financiera.
La recomendación de los especialistas es buscar asesoría a tiempo y no esperar hasta llegar al límite.
Algunos consejos
Los analistas consultados dieron algunas recomendaciones que pueden servir para evitar llegar a un punto de quiebre financiero.
Lo primero es llevar un control de deudas y tener clara la realidad de cada una. En ocasiones, contó Tenorio, consultan personas que están en mejor situación de lo que piensan.
A partir de este control, el escenario ideal sería hacer una estrategia de pagos donde se vayan cancelando las deudas una a una, empezando con la de menor monto hacia la de mayor. Esto hace que se paguen menos intereses y genera una sensación de éxito.
Pero, en el fondo, el endeudamiento recurrente tiene un componente emocional que también debe trabajarse.
“De nada sirve unificar deudas si en unos meses vuelvo a endeudarme. Se deben ajustar los patrones de consumo”, mencionó Ernesto Solano, abogado de la Oficina del Consumidor Financiero (OCF).
Esto puede ser un golpe de realidad para muchas personas, pues implica preguntarse por qué están gastando de la manera que lo hacen y, eventualmente, se deben ajustar el estilo de vida y los gastos según las posibilidades de ingreso, lo que puede hacerse modificando los egresos o generando más entradas.